Su historia se remonta hasta el siglo XIX cuando en 1828 Christian Barthold Rotermann, empresario de origen balto alemán, construyó en este lugar una fábrica de alcohol y almidón, luego un molino de achicoria y sal. Su hijo continuó desarrollando el proyecto industrial y construyó un molino de granos, una panadería y una fábrica de macarrones. El nieto, a su vez, amplió el negocio vendiendo coches y con una fábrica de tratamiento de lino crudo. A comienzos del siglo XX despuntó la chimenea que es hoy en día insignia indiscutible del barrio, una planta de generación de vapor, un molino de cebada de cinco pisos y silos para grano, aserradero y fábrica de tablas de madera para la construcción, manufactura de porcelana y cristal, fábrica de vodka, etc.
Tres generaciones de la familia Rotermann dejaron su huella en este complejo industrial que estuvo en sus manos, con altas y bajas, crisis, incendios, guerras y cambios de gobierno, hasta el 1939. En todo el complejo se conservan edificios muy interesantes arquitectónicamente, entre ellos el almacén de sal, una de las construcciones de piedra calcárea más representativas de Estonia, actual sede del Museo de Arquitectura y que ha quedado dividido del resto del complejo industrial por la calle Ahtri. Ya en la época soviética el complejo industrial quedó en desuso, se mantuvo funcionando solamente la panadería hasta el 1980. Para los Juegos Olímpicos de Moscú se construyó, a un costado del barrio, la Oficina Central de Correos, ahora convertida en centro comercial y que aunque hace poco cerraron el último espacio dedicado a correos, los habitantes de la ciudad siguen llamándola con su nombre original, Postimaja. Después de 1991, con toda la vertiginosa época de cambio, detrás de la Oficina de Correos se construyó una enorme sala de cines que tiene el original nombre de Coca Cola Plaza. Así que si vas del centro de la ciudad hacia el puerto y tu vista tropieza con ese anuncio, no te asustes, sigue adelante pues muy cerca te esperan sorpresas agradables.
Edificios modernos, construcciones que parecen molinos pero sin aspas, fachadas coloridas nuevas montadas sobre restos de antiguas paredes, e incluso rincones expresionistas de interesantes contrastes que servirían perfectamente de escenario para un remake de la película El gabinete del doctor Caligari.
Y hablando de películas, los callejones que zigzaguean entre las antiguas fábricas restauradas y los nuevos edificios construidos con muy buen gusto, tienen nombres interesantes, uno de ellos se llama Stalker. ¿Les recuerda el nombre de un videojuego? Pues también, pero en realidad es por una famosa película, casi de culto, del mismo nombre, filmada en Estonia en 1979 por el director ruso Andrei Tarkovsky; en español la película fue titulada “La Zona”. Stalker quiere decir “el acechador”, es el hombre que salta los límites de lo prohibido y del peligro; y llaman así al personaje principal de la película que sirve de guía a personas que buscan respuestas, inspiración, éxito y hasta felicidad. Stalker es un drama filosófico, psicológico y poético que no debes dejar de ver.
Pues ya sabes, si llegas a Tallin, déjate llevar por Stalker y por el olor a canela que inmediatamente te atrapa solo cruzar la calle Ahtri.